El relato de Mónica Hanna parece sacado de un guión propio de la saga Indiana Jones. La arqueóloga asegura que tuvo que eludir los disparos de francotiradores y el acoso de la turba que asaltaba el museo de Malawi, en la ciudad de Minia, para conseguir salvar lo poco que restaba de la significativa colección del recinto. «Conseguimos sacar cinco sarcófagos, dos momias y algunos objetos más, unos 40, pero la mayoría ha desaparecido. Son dos momias con cabeza de Ibis. Una está hecha añicos y la otra bastante dañada», reconoce Hanna.
El pasado sábado, Hanna viajó a la villa sita a casi 300 kilómetros al sur del Cairo tras conocer que el museo local de esa población había sido asaltado tres días antes en medio del caos que se generó en todo el país tras el asesinato de cientos de oponentes del golpe militar en la capital egipcia.
Allí se encontró con un escenario desolador. El museo de Malawi –así se llama– llevaba días bajo el control de chavales, que había robado o destruido cientos de artefactos únicos procedentes de los yacimientos cercanos de Tuna al-Gebel, Tel Al Amarna –que fue la capital del faraón Akenatón– y Hermópolis.
Una colección de 1089 objetos que incluían desde baúles a ataúdes, joyas, monedas de oro y bronce de la época greco-romana, máscaras, piedras con jeroglíficos, momias de animales y estatuas dedicadas a Thoth, el dios con cabeza de Ibis. La mayor parte de esa recopilación era legado del llamado Periodo de Amarniense de la dinastía XVIII de los faraones.
«Mataron al vendedor de entradas de un tiro y arrasaron el lugar. El mayor saqueo se produjo el miércoles por la noche y duró ocho horas. Sólo hemos recuperado 48 y todos rotos», admite Hassan Saddala, portavoz del Ministerio de Antigüedades (MSA) egipcio.
«Es el mayor desastre del patrimonio egipcio en años», le secunda Shadia Mohammad, un alto cargo del MSA. Entre las antigüedades que han desaparecido figura una estatua de la hija del Faraón Akenaton, con más de 3500 años de antigüedad, de valor imposible de estimar, y una colección única de esculturas de bronce.
Un vídeo que muestra los daños causados al edificio –un recinto de dos plantas de 600 metros cuadrados– permite apreciar la devastación que se ha abatido sobre el habitáculo, repleto de estanterías vacías regadas por el suelo, trozos de estatuas milenarias y vidrieras desvencijadas.
«Estaban rajando las momias porque pensaban que tenían oro en el interior», relató Hanna. Los asaltantes se llevaron incluso trozos de rejas se supone que para venderlas al peso. La joven tuvo que huir el sábado después de ser amenazada por los presentes y tan sólo consiguió regresar un día más tarde, al conseguir una escolta militar y el apoyo de un agente de policía que movilizó a su propia familia. «Tuvimos que trabajar muy deprisa porque nos disparaban», recuerda.
Las autoridades tan sólo han conseguido recuperar hasta ahora cinco de los objetos sustraídos, puntualiza Hassan: dos estatuas de la diosa Osiris y tres vasijas de barro.
Un grupo de voluntarios que han creado en Facebook, la llamada Fuerza de Choque del Patrimonio Egipcio, han establecido varias líneas telefónicas para instar a la población a que devuelva lo sustraído «sin peligro de que se les castigue», como aseguran en su comunicado.
La propia directora general de la Unesco, Irina Bokova, admitió que lo ocurrido constituye «un daño irreversible a la historia y la identidad del pueblo egipcio». Shadia Mohammad añade que Bokova ha prometido enviar urgentemente un equipo de especialistas para reparar los 40 objetos que consiguió salvar Hanna, cuyo estado, dice, es «penoso». «Necesitarán años para ser restaurados. Todos, tanto los sarcófagos como las momias o las estatuas, están rotas en pedazos».
El responsable del departamento de Museos del MSA, Ahmed Sharaf, indicó por su parte que han pedido el envío de refuerzos policiales para esa provincia después de recibir amenazas sobre otro posible ataque contra el yacimiento de Al-Bahnasa, uno de los mayores de Minia y origen de una incalculable colección de casi 100.000 papiros.
«La gente piensa que se venga del Gobierno destruyendo cosas como el museo de Minia. Intenté explicarles que eso era de todos los egipcios pero no me escucharon. Era puro vandalismo», precisó Hanna.
Durante los disturbios que azotaron el país en febrero de 2011, el Museo de El Cairo perdió dos estatuas de Tutankamón y otros 16 objetos de gran valor. Pero Shadia Mohammad dice que «no se puede comparar, aquello fue un incidente menor, esto es terrible».
En diciembre de ese mismo año, ardió el Instituto Científico de Egipto, que fue construido por orden de Napoleón en 1978 y que acogía a 196.000 libros, de los cuales sólo se salvaron poco más de 30.000. Una de las piezas únicas que quedó reducida a cenizas fue Descripción de Egipto, que encargó el militar francés a un grupo de científicos durante su campaña por el Nilo.
El suceso de Minia es tan sólo un reflejo más de la destrucción que está sufriendo el patrimonio egipcio desde el 2011 bajo el pillaje de algunos grupos organizados y el abandono de las autoridades.
Los restos de Heliópolis, que se considera que fue la primera capital del Egipto del Periodo Predinástico, podrían ser un ejemplo de esta decadencia, acelerada en este caso por la falta total de control del yacimiento arqueológico.
De la también llamada ciudad de On, que fue la cuna de la primera mitología egipcia y donde según estas creencias comenzó la vida, sólo queda el obelisco de Senusert I (2010-1640 adc), rodeado por pilas de basura y terrenos invadidos por nuevos inquilinos.
No lejos del monolito se pueden apreciar una docena de féretros de piedra a metros de un rebaño de ovejas y más pilas de desperdicios. El año pasado las autoridades descubrieron una estela de piedra caliza de la dinastía XVIII arrumbada entre los escombros de los nuevos edificios que se están erigiendo de forma ilegal en el área.
«Todo esto es posterior a 2011. Fruto del caos. La gente se apropió de la tierra y comenzó a construir. Hay dos familias que se han repartido el área. Cada poco tiempo se enfrentan a tiros por el control de las antigüedades que roban. Claro que hay excavaciones ilegales», indica Hashem Abdel Mena, un residente del arrabal.
A sus 30 años, Hanna –que quedó fascinada por el mundo de la arqueología cuando sólo tenía 14 al descubrir las momias del Museo Egipcio del Cairo– se ha convertido en un personaje habitual de los medios de comunicación locales por sus repetidas denuncias sobre el saqueo que está sufriendo el legado egipcio. Hace pocas semanas, se plantó en Heliópolis con su grupo de voluntarios para intentar eliminar parte de la basura acumulada en el lugar.
Su trabajo, sin embargo, le ha reportado un aluvión de amenazas y señalamientos de quienes la acusan de ser un «agente» de hipotéticos poderes foráneos dedicados a difamar la imagen de Egipto..