jueves, 21 de marzo de 2013

Universitarios que ganan mucho dinero trabajando para discotecas



No son los primeros de su promoción, pero sí los más populares de sus facultades. Su capacidad para movilizar jóvenes les convierte en objeto de deseo de las discotecas, inmersas en una crisis sin precedentes. Son los relaciones públicas, universitarios que compaginan a duras penas sus estudios con su trabajo nocturno, pero que perciben sustanciales emolumentos para vivir como auténticos marajás en tiempos de vacas flacas. Ropa de marca, coches deportivos o lujosos viajes al Caribe se incluyen en su interminable lista de caprichos. Muchos de ellos empiezan a modo de hobby y, víctimas del dinero fácil, acaban convirtiendo su nightlife en un modus vivendi. No es para menos. Algunos perciben entre 2.000 y 6.000 euros al mes por trabajar 15 horas semanales, las que les cuesta reventar los «garitos» más conocidos. Cada vez más jóvenes ven en la noche un glamuroso salvavidas para capear el temporal económico.

Las salas de fiesta, inmersas en una galopante depresión, han redoblado sus esfuerzos por captar a esos líderes de masas, que conjugan un magistral don de gentes y una buena presencia, con un perfecto dominio del Whatsapp, Facebook y Twitter, las redes sociales más utilizadas por estas personas para bombardear con fiestas a su telaraña de contactos. Estos gurús de la noche incluso son contratados por las agencias de organización de eventos para rellenar sus citas con la beautiful people de las grandes capitales.

La mayoría de estos jóvenes, que convierten a sus compañeros de clase en sus potenciales clientes, reconocen que comenzaron en la noche para pasar gratis a sus locales preferidos y sacarse un «dinerillo extra de forma temporal». Sin embargo, promotores como Jairo García, que comenzó dando pases de Kapital light en el metro de Madrid a cambio de una simple coca cola, lo han convertido en un suculento negocio que le hace percibir «unos 6.000 euros» en un mes boyante. Esta suma de dinero es su llave maestra para estudiar en ESIC y subirse en un tren de vida al que jamás habría aspirado trabajando de azafato.

«En otras circunstancias, no me sería factible estudiar en una universidad privada y llevar el nivel de vida que tengo», indica García, que ya no necesita la ayuda de sus padres y que escogió el horario de tarde para poder compaginar aún mejor sus quehaceres nocturnos con su condición de estudiante. «Por la mañana trato de madrugar todo lo posible para sacar adelante el trabajo de la uni, y entre clase y clase o cuando se pone enfermo un profesor me pongo a mandar eventos», expresa García, que huye del alcohol para poder estar en plenitud de condiciones al día siguiente en clase. Sólo sus continuas ojeras le delatan una doble faceta, que sí ha llevado a perder el control a otros más irresponsables.

«Si bebiera sería imposible compaginar. Influye muchísimo y hay gente que la caga y que no sabe priorizar», indica García, que no duda en hacerle algún «favorcillo» a algún profesor cuando así se lo precisan. «Cuando vienen sus hijos a mis sesiones light sí les he hecho favores, pero no a cambio de algo. A mí no me regalan los aprobados», asegura este joven, que actualmente dirige Posh (sala Changó), la sesión de moda de la capital para estudiantes de 20 años. Allí cada viernes, a eso de las tres de la madrugada, se agolpan miles de universitarios embriagados y con ganas de entrar por la cara. Todos conocen a Jairo porque es quien corta el bacalao, el que decide quién pasa sin abonar entrada o quién controla los tickets de consumiciones gratis. Su nombre lo corean con ahínco aquellos que no se dignan a pagar 15 euros por dos copas. La crisis hace estragos en el target más juvenil. Él ni se inmuta. Pasa a sus compromisos, fundamentalmente chicas monas, hijos de y big spenders, se encarama hacia el interior del local y apaga el móvil. Es su protocolo. «Cuantas más personas entren gratis, menos facturación y menos pasta para mí», piensa.

La discoteca le concede entre un 15 y un 20% de la caja para cobrarse su sueldo y pagar a los 170 relaciones que tiene en nómina y que perciben unos 50 euros por meter a 20 personas por lista. Uno de ellos es Guillermo Yraizoz, estudiante de ADE en el CEU, que se «levanta unos 700 euros al mes» por sus trabajos nocturnos. Éste puntualiza que no lo ve como «un negocio de por vida», sino como una vía para «vivir algo mejor». No comparte su pensamiento Álvaro Arroyo, otra de las sensaciones de la noche madrileña y que irrumpió en la nightlife para pasar a su novia menor de edad en los «garitos de moda». Ahora, este estudiante de Derecho se ha convertido en uno de los peces gordos de Kapital. Su ambición no conoce límites y los 3.000 euros al mes que gana en la noche fueron la razón de que abandonase unas interesantes prácticas en la multinacional Willis.

«Mi propio jefe en las prácticas me decía que no entendía qué hacía yo allí por 450 euros cuando ganaba lo que ganaba en el mundo de la noche», explica Arroyo, a quien su dedicación al mundo nocturno le ha influido negativamente en su rendimiento académico.

«Tengo 26 años, estoy todavía en cuarto de Derecho y la carrera la tengo un poco de lado porque la noche te pasa factura», subraya este madrileño, que añade que es difícil para alguien que gana dinero en la noche pasar al trabajo de día. «Es complicado dejar la noche porque yo gano más dinero que mi hermano que trabaja de asesor jurídico en una aseguradora; cobra 1.200 euros y hasta las nueve de la noche no llega a casa», insiste Arroyo, que utiliza su dinero para colaborar en la economía familiar y ahorrar con vistas a invertir en negocios nocturnos. «Pienso desde Eurovegas hasta en abrir un bar de copas», cuenta.

RETRASO ACADÉMICO

Asier Frechilla, uno de los promotores más populares de Bilbao, también sigue su hoja de ruta. Este getxotarra reconoce que entró en la universidad para «poder llevar a más gente» a las discotecas y a su conocido bar La Tortuga. «Es muy fácil mover gente en la facultad, sobre todo en los primeros años», indica Frechilla, que no suele pisar el campus ni la biblioteca de su barrio. «Estoy todavía en segundo de ADE y tengo 27 años.No avanzo, porque el lunes estás descojonao de la fiesta del finde, el martes también, y el miércoles ya estás pensando en la noche del jueves», ironiza. Este RRPP, que también trabaja la temporada estival en Bohemian Marbella, desvela a G/U/ CAMPUS sus honorarios. «Sin hacer nada, me saco unos 2.000 euros al mes. Y trabajando un poco, 2.500 euros», señala.

Pero el negocio nocturno no es sólo cosa de hombres. En el sector también proliferan mujeres como Marta Moratilla, una de las RRPP más populares de OH Cabaret (antiguo Buddha Madrid) y que se ha hecho un nombre en un negocio «machista», a su juicio. «No nos miran igual a las mujeres que trabajamos en el mundo de la noche que a los hombres», esgrime esta estudiante de Protocolo de la Universidad Camilo José Cela, a quien su dedicación al mundo nocturno le ha jugado, en ocasiones, malas pasadas. «Algunos clientes se han equivocado y han pensado que yo era puta por estar siempre en el local, pero yo se lo dejo claro desde el principio»,cuenta esta mujer de 24 años. En sus manos suelen dejar sus noches de fiesta las estrellas del Real Madrid, que suelen edulcorar sus victorias en esta sala o en Gabana.

Marta, que lleva cuatro años trabajando en esta discoteca, es consciente de que el dinero que obtiene en la noche jamás lo conseguiría en una tienda de ropa. Además, insiste en que su trabajo de noche, al ser pocas horas, lo puede compaginar mejor que «currando» en un establecimiento de día. Lo que sí reconoce es que al principio de su incursión en el negocio nocturno se le fue de las manos. «Ahora incluso falto mucho a clase y voy apenas sin dormir, aunque mis profes, al ser un negocio relacionado con la organización de eventos, lo ven bien», expresa Marta, que sí insiste en que la recesión ha afectado a sus emolumentos.

«Si ahora en un mes bueno puedo ganar 3.000 o 4.000 euros, hace unos años era el doble», explica una joven que «vive como una reina». «Soy una fashion victim y una manirrota», indica Marta, a quien la noche le ha cobrado peaje. «Es mala para la salud, porque hay que dormir y yo no lo hago. Sólo duermo tres horas al día y tengo la cara mucho peor que hace cuatro años», apostilla la chica, que acude a OH Cabaret todos los días, a excepción del domingo.

Otros relaciones, como Miguel .B., que trabaja en Cats Madrid, llevan mejor esa doble condición. «Se puede compaginar todo bien. Hay gente que dedica el tiempo libre a irse a la montaña y otros, como yo, a conocer gente», arguye Miguel, alumno de ADE, que apunta que en el negocio de la noche hay piratas como en otros sectores. Da fe de ello Alberto Cejudo, RRPP del grupo Sutton, el más potente de la Ciudad Condal. «La primera vez que trabajé en la noche no ví ni un duro, pero ahora en Sutton me pagan sin retraso y son muy serios», afirma este alumno de Ingeniería Química.

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