El veterano arquitecto y profesor de geometría húngaro ErnöRubik, a punto de cumplir los 70, parece harto de repetir una y otra vez, a lo
largo de tantos años, la historia de cómo hace 40 inventó su cubo.
Fue para
facilitar a sus estudiantes la comprensión de conceptos geométricos y
espaciales de un modo más visual, fácil de asimilar y divertido que amontonando
teóricas y dibujos en la pizarra.
Colegas italianos acaban de fracasar en su idea de grabarlo
en vídeo resolviendo el mágico puzzle. Ni siquiera ha querido tocar con sus
manos el objeto de plástico. El primero lo fabricó con dados de madera y gomas.
Estamos en una vieja fábrica berlinesa de Königliche
Porzellan-Manufaktur (porcelanas), donde la Oficina de Patentes Europea (EPO)
ofrece una recepción antes de la gala de los Oscar a los inventores europeos.
Rubik es miembro del jurado.
Concede unas palabras cuando este lego le pregunta
sobre las variaciones que han ido surgiendo de su cubo: cuatro filas de cuatro
dados cada una, formas más complejas, dodecaedros imposibles… Asiente con la
cabeza: «Sí, claro, son variaciones sobre la idea original.
No son mejores. El
cubo de tres por tres tiene un código de colores que ayuda a la comprensión de
los movimientos. Más elementos para mover significan que hace falta más tiempo
para resolverlo. No que sea más difícil».
Su cubo tiene seis colores y 26 piezas visibles. Ocho de
ellas, en las esquinas, muestran tres facetas de colores distintos; otras 12
tienen dos y las seis restantes, una sola.
Y queda una pieza central, sobre la
que se articulan todas, que sólo se ve si se destroza el cubo. Es «el juguete»
que más unidades ha vendido en la Historia: más de 350 millones. ¿Le parece
bien a Rubik que se considere a su invento «un juguete»? «¿Y qué es un
juguete?», responde.
«Una piedra puede ser un juguete, una herramienta o un
arma. Un juguete no es en sí bueno ni malo, depende de lo que hagas con él. Si
un objeto no te lo tomas en serio, si no lo usas para lo que está hecho,
entonces para ti es un juguete…».
Un juguete con 43 trillones de movimiento posibles, creado
para explicar el orden de las cosas en el caos espacial. Parece una metáfora de
la política. «La clave está en los códigos. En mi cubo –dice Rubik– los colores
son un código fácil de entender. Si lo complicas, será porque no quieres que
los demás lo descifren. Para mí, lo mejor es lo más sencillo».