«Siempre es tarde cuando se llora», sentenciaba el rey Salomón. Pero 3.000 años no es tarde cuando se hace justicia con sus famosas minas. El sabio monarca judío debe estar ahora revolviéndose de alegría en su tumba. Un exhaustivo trabajo en la desértica zona de Timna (sur de Israel) de expertos y estudiantes de la Universidad de Tel Aviv liderados por el joven arqueólogo Erez Ben-Yosef arroja luz sobre una de las obras más productivas y conocidas de sus 40 años de reinado.
«Tras año y medio de investigación llegamos a la conclusión que el mayor esplendor de las minas de cobre en Timna no pertenece, como se creía, al Antiguo Egipto en el siglo XIII A.C sino a la era del Reino Unido de Israel con los reyes David y su hijo Salomón entre finales del siglo XI y del siglo X A.C.», explica el profesor israelí Ben-Yosef, rompiendo así un mito de cinco décadas.
En 1969, el prestigioso arqueólogo Beno Rothenberg descubrió en Timna un pequeño y bello templo dedicado a la diosa egipcia Hathor y unos 10.000 objetos de esa mitología. Por eso, se dio por sentado desde entonces que las minas pertenecían al Antiguo Egipto que dominaba la tierra de Canaán.
Pero ahora el sistema de datación radiométrica, que usa el isótopo carbono-14, establece que la actividad en las minas tuvo su máximo esplendor con los reyes David y Salomón. «Excavamos en febrero en un lugar en Timna donde nadie lo había hecho antes, llamado Colina de los Esclavos. Rothenberg decidió de forma inteligente dejar ese monte intacto para futuras generaciones pensando que tendrían mejor tecnología. Era un gran arqueólogo, pero en los 60 y 70 no disponía de la efectividad y exactitud de los medios actuales. El método del carbono 14 no estaba tan avanzado», justifica.
Ben-Yosef y los suyos buscaron la fecha de defunción del material orgánico en el misterioso monte. Tras recoger las muestras de diez semillas de dátiles y un hueso de aceituna entre los cientos de semillas y huesos hallados, Ben-Yosef esperó con expectación los resultados del laboratorio de Oxford. Hace unos días, llegaron y provocaron en el joven arqueólogo de Tel Aviv la misma pasión y emoción que otro profesor llamado Indiana Jones exhibía en sus aventuras.
«Es realmente emocionante. En el mundo académico, la investigación ha despertado mucha expectación, ya que aporta cosas importantes que no conocíamos del siglo X. No se puede rebatir el tema de las fechas y hay consenso de que el mayor esplendor de las minas fue bajo los reyes judíos David y Salomón. Lo que sí hay aún es un profundo debate si eran figuras históricas o mitológicas. La arqueología no puede negar ni desmentir su existencia», añade.
Las minas no fueron iniciadas por ellos, sino por los edomitas, duros rivales de su reino. Timna no está muy lejos de los yacimientos hallados hace cinco años en la parte jordana del desierto y atribuidas también al rey Salomón.«No puedo afirmar con total seguridad que Salomón y sus soldados estuvieron en las minas, pero sí que éstas tuvieron su máxima producción durante los 150 años del reino unido de Israel», explica Ben-Yosef.
La Colina de los Esclavos, situada en el majestoso valle de Timnay a pocos kilómetros de la frontera jordana y de la turística ciudad de Eilat, debe su nombre al arqueólogo Nelson Glick. Según éste, la muralla construida a su alrededor pretendía evitar la huida de los esclavos de la mina.
Pero la investigación destroza también este mito. En la colina no trabajaban precisamente esclavos. Analizando los huesos hallados de los animales usados para comer, la experta Lidar Sapir Hen indica que los trabajadores recibían la carne y el pescado de mayor calidad. En otras palabras, insinúa que no estaban tiranizados por el cobre, sino que gozaban del mimo en su calidad de especialistas y artistas. «En esa época, eran vistos con admiración, ya que en cierta forma hacían magia, cogían una piedra y la convertían en metal», cuenta.
El descubrimiento puede impulsar el peregrinaje turístico y académico. «Es la oportunidad de ver de cerca este histórico complejo que operó durante el reinado de Salomón y quizás bajo sus órdenes. Es una figura muy importante para el judaísmo, Islam y cristianismo», concluye deseando huir de su despacho universitario y perderse entre las rocas del desierto lleno de misterios y sorpresas milenarias.