«Espejito, espejito...». A sus 67 años, vestida de insinuante rojo, Priscilla Presley nos ofrece la manzana antes de que la muerda Blancanieves. Todos estamos dispuestos a dejarnos envenenar por la viuda de Elvis, incluida su propia hija, Lisa Marie, que ha venido con sus cuatro hijos a ver a la despendolada abuela al teatro New Wimbledon de Londres, en su estreno mundial como actriz de pantomima. Y colorín, colorado…
«Estaba tan nerviosa como excitada», reconoció Priscilla tras el estreno. «He querido burlarme de la vanidad y de la belleza de la Reina... Nunca había hecho pantomima, ni siquiera teatro. Pero creo que hice mis deberes y he dado la talla. Aunque la verdad es que asusta eso de mirarte al espejo y ver reflejadas a 1.700 personas», dice.
Hubo cascada de aplausos para la superviuda, que en confesiones al diario The Guardian ha recordado estos días cómo fue su primer encuentro con Elvis cuando tenía 14 años: «Era como si a una adolescente de hoy le presentas de pronto a Justin Bieber».
Priscilla recuerda también cómo fue casarse con «el especimen sexual más deseado del mundo». Reconoce que «fue imposible domar a Elvis», por mucho que le cambiara la paternidad. Y admite que intentó disuadir a Lisa Marie antes de casarse con Michael Jackson: «Crecer en Graceland y vivir en Neverland era una extraña manera de repetir la historia». Y así fue.
Pero estábamos con Blancanieves y los siete enanitos, no perdamos el hilo. Priscilla aceptó el reto el año pasado, siguiendo los pasos de Pamela Anderson (otra que se apuntó a la pantomima) y caminando sobre los pasos de las múltiples madrastras cinematográficas de los últimos meses: Julia Roberts, Charlize Theron y Maribel Verdú...
«Al principio dudé si sería capaz», reconoce la actriz, cuya experiencia se reducía a su papel menor en Dallas y a la aparición en Agárralo como puedas y en Austin Powers, más el mambo, el tango y la rumba en su reaparición televisiva de Bailando con las estrellas.
«Después de darle muchas vueltas y conocer a fondo el género de la pantomima, donde uno expresa con los gestos y con el cuerpo, llegué a la conclusión de que sería muy divertido», tercia finalmente Priscilla, que se atreve incluso a canturrear A Little less conversation. «No soy cantante, lo hago sólo para divertirme».
Las críticas han sido benignas con Priscilla, reina de los espejos, tocada por una especie de cornamenta plateada que envilece al personaje. «Aunque de entrada parece que no resistirá en su papel, algo curioso ocurre durante la representación», escribe Lyn Gardner en The Guardian. «La reina malvada va mejorando con la representación y, en el momento en que se encara con Blancanieves, el público está tan volcado con ella que la abuchea con deleite».
Lisa Marie y sus cuatro nietos también la abuchearon a su manera. Al fin y al cabo, forma parte del espectáculo que ya ha colgado el «no hay entradas» para casi todas las funciones de aquí al 13 de enero.
Respecto a Lisa Marie, casada en cuartas nupcias con su guitarrista y productor Michale Lockwood (tras los fiascos de Danny Keough, Nicolas Cage y Michael Jackson), se siente a los 44 años en lo mejor de su vida en el exilio de la campiña londinense. Como una vecina más de Rotherfield, un poblachón de 5.000 habitantes en East Essex, Lisa Marie se toma unas pintas en el pub local, juega con pasión a los dardos o se pone incluso a vender fish and chips en un carrito ambulante de Chippy.
A la chita callando, sigue con su sueño de triunfar como cantante, aunque su tercer y último disco, Storm & Grace, pasó este año con más pena que gloria. Sin grandes ambiciones, debutó hace dos meses como cantante en un local de Londres. Pasó casi desapercibida, pero se metió en el bolsillo a la crítica, como ahora su madre.
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