Él es la banda sonora de una parte de tu vida. De canciones de amor en los tejados (Moulin Rouge); de pizarras de sudor en la ventanilla de un coche (Titanic); de delirios de ciencia ficción fluorescente (Avatar). No las compuso, hizo algo más difícil todavía: «Ser buen músico, buen político y buen contador de historias». Esto es, coordinar y supervisar todo el proceso de creación de la música para una película o una seríe de televisión. Ha hecho más de 300 para la Fox. Hizo cantar a Bruce Willis. Respeto.
Robert Kraft, ex presidente y ex director ejecutivo de Fox Music (1994-2012) ha fichado como artistic advisor (asesor artístico) en el departamento de música para cine del Campus de Valencia de Berklee College of Music. Ha pasado toda la semana con los 20 alumnos del Máster en Scoring for Film, Television and Video Games que ofrece la escuela, «enseñándoles a ser felices», dando consejos para mejorar «su proyección internacional» y «saber cómo enfocar sus carreras». En Valencia, dice, hay materia prima para profesionales de las bandas sonoras, «es una ciudad con mucho talento musical. Y yo siempre tengo puesto el ojo y las orejas sobre el talento». Sólo una condición: «que no tengan ego». Uf.
Para explicar cómo funciona el mundillo, Kraft empieza cantando. «There are places I'll remember...», entona levantando ligeramente la cabeza. Es una canción de los Beatles, conocidísima. Y como «la música es el camino más corto al corazón», su poder en el cine es brutal. Su trabajo es, precisamente, conseguir crear música nueva y reclutar temas de siempre para crear la ambientación adecuada. «Los directores quieren hacerte sentir cosas específicas... cada una de ellas tiene su música», cuenta.
No es fácil. «Por ejemplo, en La Vida de Pi, había una canción, Pi's lullaby, que fue deshechada por la productora porque era muy lenta. Yo le dije al autor, 'pon algo de batería'... y mira ahora, nominada al Oscar». Es un buen ejemplo de «lo diferente que es este trabajo». «Hay que tener habilidades concretas para las bandas sonoras. Piensa en Jackson Pollock, ¿le pedirías que pintara tu casa?». Esto es, un músico es una cosa y un músico para bandas sonoras otra.
De hecho, duda de que músicos pop se metan al lío. Eric Clapton, pone como ejemplo, «trasladaba su manera de hacer música al cine... pero no es ese el método adecuado». Recientemente, explica, músicos como Trent Rezor (antes cabeza pensante de la banda industrial Nine Inch Nails y ganador de una estatuílla por La Red Social) o Anthony González de M83 -Kraft canturrea los primeros compases de su conocida Midnight City- han colaborado con músicos especializados con mejores resultados. Hay que «grabar bien y rápido». Y si la escena va «de una persecución de coches», que la música refleje eso y no otra cosa.
Kraft, dice, habita en algún lugar oscuro «entre el director, que busca lo bello, y el productor, que busca lo barato». «¡Todo depende del presupuesto!», bromea. O quizás no. «El negocio ha cambiado mucho. Titanic vendió 28 millones de copias de su banda sonora; Avatar, apenas 118.000 copias». La venta, con la piratería de por medio, «se ha colapsado». La música para cine «seguirá», porque las películas necesitan notas de apoyo. Pero el futuro pinta, digamos, regular. «En 2013 la música lo venderá todo... menos la propia música».
Y le preguntamos por la crisis en España como el que habla de un koala en Australia, pensando que es sólo cosa de la tierra. «La crisis está en todas parte, eh», matiza el compositor, «es necesario que entendamos todos que lo más importante es amar al vecino», sentencia, generalizando. Su ambientación para momentos asesinos sería, pues, «con mucha calma y que reflejara amor. Hemos de volver a recuperar el concepto de 'suficiente'; entender que hay límites y que hay que compartir».
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