Con la naturaleza como maestra y proveedora de recursos, los científicos trabajan mano a mano con los arquitectos para rediseñar las ciudades y demostrar que es posible vivir en una urbe sin estar rodeados de ruido y contaminación.
Convertirlas en espacios sostenibles y autosuficientes, que ahorren energía, reduzcan las emisiones de CO2 a la atmósfera y mejoren la calidad de vida de los ciudadanos es el objetivo de Cenit Vida, un proyecto que utiliza las estructuras de las ciudades para cultivar microalgas y generar energía limpia a partir de su fotosíntesis.
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«La única forma de frenar el cambio climático es reducir sustancialmente el consumo de energía. Y para ello, hay que actuar sobre las ciudades, que son las que en la actualidad gastan alrededor del 75% de esta energía», afirma Antonio Ruiz de Elvira, catedrático de Física de la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid) e investigador de este proyecto, en el que participa el estudio de arquitectura Cervera & Pioz y un consorcio de empresas liderado por Iberdrola.
«El objetivo no es sólo reducir el consumo de energía, sino producirla. Hay que ahorrar dinero y generarlo», resume el físico. «Sólo generando energía no conseguimos sustituir los combustibles fósiles, que se están acabando. Lo que tenemos que hacer es rediseñar la ciudad. Nuestro enfoque científico y tecnológico es sintetizar la producción y el ahorro».
Antonio Ruiz |
Una de las intervenciones más sencillas y eficaces para reducir el consumo consiste en actuar sobre las farolas: «Hoy en día las encontramos cada 20 metros y llevan lámparas de alto consumo. Pueden sustituirse por otras farolas, colocadas cada 30 o 40 metros y equipadas con dispersores ópticos, lámparas LED (que apenas gastan), y con sistemas automatizados de encendido y apagado para ahorrar por la noche. Y esto no se está haciendo aún en ningún pueblo de España», asegura Ruiz de Elvira.
El ahorro energético y la reducción de emisiones contaminantes a la atmósfera es uno de los retos de los Gobiernos de la Unión Europea, que desde hace varios años ha puesto en marcha iniciativas para reducir el consumo, como el plan para sustituir de forma gradual las bombillas incandescentes tradicionales por lámparas más eficientes, un plan que culminó el pasado sábado, cuando dejaron de fabricarse las de menos de 60 watios. Para el año 2020 la legislación europea pretende también que todos los edificios sean autosuficientes, es decir, que tengan un balance energético 0.
Cenit Vida, que comenzó hace dos años y se prolongará hasta 2014, persigue un cambio integral a través de la implantación progresiva de soluciones: «Preferimos multitud de proyectos pequeños de altísima tecnología a los megaproyectos que con frecuencia han quedado en nada en España», asegura Ruiz de Elvira.
Esta iniciativa científica española, que está siendo financiada por el Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI) y que cuenta con un presupuesto de unos 18 millones de euros, pretende contribuir al desarrollo de un nuevo concepto, el de biociudad. Es decir, una urbe que logre ser autosuficiente y respetuosa con el medio ambiente aprovechando los recursos naturales y los residuos.
Buscar inspiración en la naturaleza no es algo nuevo para los arquitectos, aunque la mayoría de los trabajos en esta línea se habían dado en el sector industrial. Se conoce como arquitectura biónica y conecta directamente con la vida. Algunos profesionales, como Rosa Cervera, llevan más de 20 años analizando los ingeniosos mecanismos de los seres vivos, como las alas de las mariposas, para mejorar el diseño de edificios y estructuras. Las lecciones aprendidas se están incorporando a esta urbe autosuficiente. «Pequeñas soluciones pueden cambiar por completo el concepto de ciudad», asegura la arquitecta, cofundadora del estudio Cervera & Pioz y profesora de la Universidad de Alcalá. Lo demostrarán a través del Instituto de soluciones sostenibles en el marco urbano y rural (ISSUR, http://issur.es), desde el que se ofrecerá asesoramiento a municipios pequeños y medianos para que reduzcan su factura.
Pioz y Cervera |
El proyecto Vida aprovechará el entorno urbano ahora inutilizado para cultivar las microalgas, que crecen en los fotobiorreactores y que podrán colocarse en las fachadas de edificios, en el pavimento y en pérgolas que pueden usarse como marquesinas de autobuses.
Uno de los principales retos en la actualidad es mejorar la eficiencia energética de las microalgas, que en la actualidad es sólo del 2% (es decir, de toda la luz que les llega convierten en energía ese porcentaje). Según detalla Ruiz de Elvira, esperan multiplicarla, al menos, por tres para el año 2013 y llegar al 6%. De momento, producirlas aún no es competitivo, aunque existe un gran interés por parte de los gobiernos en usarlas como fuente de energía: «Se trata de una biomasa que no compite con los alimentos, por lo que no elevará su precio (a diferencia del maíz, usado para fabricar biocombustible). Además, no destruye ecosistemas y es fácil de cultivar», afirma Cervera.
Aunque tiene menor rendimiento que la solar, «la gran ventaja de la fotosíntesis es que además de generar energía permite su almacenaje. El alga recoge la energía y puede usarse por la noche», concluye Ruiz de Elvira.
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