miércoles, 10 de octubre de 2012

20 años de prestigio cumple el Thyssen



Sucedió hace 20 años: una de las mejores colecciones privadas de arte del mundo -con sede en Lugano (Suiza)-, la que heredó de su abuelo y de su padre el barón Hans Heinrich von Thyssen-Bornemisza (1921-2002), hacía nido en Madrid. Una secuencia de obras colosal que vino primero en alquiler y después en propiedad como inquilina única del Palacio de Villahermosa, rehabilitado para tal fin por el arquitecto y premio Pritzker Rafael Moneo. 

Las negociaciones para la adquisición por el Estado español del fastuoso fondo Thyssen se convirtió en un asunto de altísima diplomacia. Una refinería de legajos y acuerdos. Secretos, avances, pasos atrás, zancadillas, caprichos, vaivenes, dinero... Una pugna de abogados. Un abracadabra de contactos internacionales... Así durante siete años, hasta que la fastuosa pinacoteca abrió sus puertas para tomar Madrid como sede permanente, abriendo hueco a uno de los mejores museos de Europa en número de obras maestras por metro cuadrado: piezas desde el siglo XIV al XX. 

Era 1992, el 8 de octubre, cuando la pinacoteca de (entonces) 16.000 metros cuadrados abría sus puertas en el número 8 del Paseo del Prado de Madrid. Un impulso para la ciudad. Una nueva ventana al arte. Y tras ella, en el backstage, Carmen (Tita) Thyssen, quinta mujer del barón. Ella asistió a al proceloso pacto. Un pulso de abogados y representantes del gobierno de Felipe González -que abrió y cerró la operación-, con el ministro de Cultura, Jordi Solé Tura como representante del Estado. 

Carmen Thyssen se convirtó en la persona clave de la historia. Logró que su marido confiara en España para ceder su tesoro cuando distintos museos apostaban fuerte por ser los depositarios de las piezas. Entre ellos el poderoso Getty de Nueva York. Desde que todo quedó cerrado ella ha hecho de esta aventura el motor de explosión de su vida (al margen de asuntos y desavenencias familiares). El centro de sus entusiasmos y desvelos, que de todo ha habido en dos décadas de andadura. «He trabajado mucho por este lugar y lo seguiré haciendo, pues hablamos de uno de los espacios de arte más destacados del mundo. Lo que el museo atesora fue elegido por el padre de mi marido y, después, por mi marido y por mí». En total, casi 800 piezas. Muchas de ellas esenciales en la historia de la pintura y muy bien leídas por el primer conservador jefe de la casa, Tomás Llorens. 

Y para celebrar estas dos décadas de empeño que han visto crecer en superficie el museo hasta los 24.000 metros cuadrados en 2004, uno de los artistas principales de la colección y gusto de la baronesa: Gauguin, que regresa desde su lado más salvaje a las salas del Museo Thyssen en Gauguin y el viaje a lo exótico. Una exposición articulada en solitario tras el fin del acuerdo económico que la institución ha mantenido durante 10 años con la antigua Caja Madrid (hoy Bankia), de la que es comisaria Paloma Alarcó y abierta hasta el próximo 13 de enero. «Tenía que ser esta muestra la que celebrara el aniversario del museo», explica el director, Guillermo Solana. «Principalmente, por la presencia de Gauguin en la colección de la baronesa... No hay ideal estético más cercano a Tita que el de ese paraíso de color y libertad que expresa la obra que de este artista acogemos en la exhibición». De hecho, una de las mejores telas del periodo tahitiano de este creador forma parte de la colección Carmen Thyssen: Mata Mua (1892). 

El aniversario queda, sin embargo, sombreado por el recorte presupuestario impuesto desde el Ministerio de Cultura: de los 3,9 millones de euros que recibió en 2012 a los 2,5 millones que percibirá el museo en el 2013: un 33% menos. Algo que no resta entusiasmo ni a la dirección ni a Carmen Thyssen. «Vamos a seguir peleando para que las cosas salgan bien», comenta en la presentación de la muestra de Gauguin. «Tenemos la obligación de hacerlo porque estamos ante una colección muy trabajada y que ha costado mucho esfuerzo. Debemos hacerlo así, pese a la crisis que atravesamos todos... Todos, porque a mí Heini me dejó deudas al morir que tuve que asumir». Eso, entre otras cosas, le llevó a sacar a subasta una pieza principal de Constable, La esclusa, vendida el pasado mes de julio en Londres por 28 millones de euros. «Necesitaba liquidez», adujo entonces la propietaria. 

Tras la ampliación del museo, el Thyssen ganó espacio y fondo. Ahora conserva unas 1.000 obras y sigue mirando hacia delante con la certeza de ser uno de los principales centros de arte en el mundo. Un referente. Un patrimonio que pasó de Lugano a Madrid para convertir la ciudad en una de las citas esenciales de la ruta global de la pintura.

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