jueves, 25 de octubre de 2012

Un sacerdote italiano sale del armario



«La verdad os hará libres», predicó Jesucristo. Y el sacerdote italiano Mario Bonfanti ha decidido seguir al pie de la letra ese precepto. «Soy gay. Más aún: soy un cura feliz de ser gay», ha confesado urbi et orbi a través de su página en Facebook. 

La salida del armario del padre Mario está desatando una fuerte polémica en Italia, amén de una pequeña guerra entre los que defienden con ardor su gesto y quienes lo rechazan secamente. Porque el sacerdote no sólo se ha limitado a revelar su orientación sexual, sino que además ha lanzado un llamamiento a aquellos gays y lesbianas (católicos incluidos) que viven en secreto su condición «para que tengan el valor de admitir la verdad y declararla públicamente». 

El problema es que el catequismo de la Iglesia (tanto el de Pío X como el de Juan Pablo II) condena sin paliativos la homosexualidad. «Basándose en las Sagradas Escrituras, que los presenta como depravaciones graves, la Tradición ha declarado siempre que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados. Son contrarios a la ley natural. (...) No pueden recibir aprobación en ningún caso», se lee en el catecismo de Juan Pablo II. 

Además, las normas promulgadas en 2005 por Benedicto XVI rechazan que pueda ser sacerdote quien practique la homosexualidad, quien manifieste fuertes tendencias homosexuales o quien simplemente apoye sus derechos. 

El caso es que no es ésta la primera vez que el padre Mario se coloca en el punto de mira de la Iglesia a causa de su defensa de los gays. Ya la lió en febrero pasado, cuando le pidió a la jerarquía católica una mayor apertura hacia las parejas homosexuales. Para ello, en su página de Facebook colgó un link de Amnistía Internacional en el que se destacaba como «cada día, también en Europa, a las personas lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales se les niega la libertad de expresión, de reunión y de manifestación». Y lo aderezó con algunos comentarios personales en los que criticaba a la Iglesia por su particular retraso en el reconocimiento de los homosexuales. 

La respuesta no se hizo esperar: el padre Mario fue cesado como párroco de Perego (en la región de Lombardía, a unos 46 kilómetros de Milán). El propio arzobispo de Milán, Angelo Scola, visitó en marzo la zona de Perego y lanzó un duro anatema contra la «confusión» que se crea con «la pérdida de los fundamentos de la fe», recalcando que, según Dios, el amor sólo es concebible entre un hombre y una mujer. «Desde el origen hemos sido creados como hombres o como mujeres», señaló. 

Después de aquello, el padre Mario hizo las maletas y optó por tomarse un año para reflexionar. Y después de darle muchas vueltas al asunto durante siete meses después, ha vuelto a la carga. «Porque el silencio es una sutil y rarísima forma de homofobia. Y, por desgracia, con frecuencia en la Iglesia católica sobre estas cuestiones impera el silencio».

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