La leche es la pieza clave del desarrollo infantil del ser humano. Sin embargo, la lactancia materna está decreciendo en los últimos años debido a diversas causas que tienen que ver con el ritmo de vida moderno. La de vaca se ha convertido en el sustituto perfecto debido a sus propiedades nutricionales tanto para recién nacidos -las leches de fórmula están hechas a base de leche de vaca-, como para los más mayores. Pero las proteínas presentes en la leche animal son diferentes de las que componen la humana, lo que puede desencadenar reacciones alérgicas e intolerancias.
En los países desarrollados, entre un 2% y un 3% de los niños menores de un año son alérgicos a las proteínas de la leche de vaca. La beta-lactoglobulina -una proteína del suero- está presente en la leche de vaca y de otros mamíferos, pero no en la humana, por lo que es uno de los mayores alérgenos para los bebés. Para tratar de encontrar una solución para este problema, investigadores del Departamento de Ciencias Biológicas de la Universidad de Waikato (Nueva Zelanda) ha logrado desarrollar vacas transgénicas capaces de producir leche libre de esta proteína.
La industria ha desarrollado multitud de fórmulas basadas en una técnica denominada hidrólisis enzimática, que elimina las proteínas causantes de alergia. Sin embargo, la hidrólisis no es la solución perfecta porque las pequeñas cadenas de proteína que quedan después de su ruptura por este método pueden seguir teniendo un efecto alergénico. «Además, este proceso altera el sabor de la leche y es tremendamente caro», dicen los científicos liderados por Goetz Laible en el artículo publicado hoy en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
De las 30 proteínas que tiene la leche, las que suelen ser responsables de la mayoría de alergias son la caseína y la beta-lactoglobulina. Como explica a EL MUNDO María José Goicoetxea, del Departamento de Alergología e Inmunología Clínica de la Clínica Universidad de Navarra, no todos los niños son alérgicos a las mismas proteínas, por lo que todos los intentos por modificar el alimento han fracasado.
La nueva técnica desarrollada por los investigadores neozelandeses consistió en localizar 10 secuencias de microRNA -cadenas cortas de ácido ribonucleico que median en la formación de proteínas- que bloqueaban la producción de beta-lactoglobulina. Una vez realizado este trabajo, los científicos probaron la eficacia de estas secuencias en un modelo de laboratorio: el ratón. El resultado fue un éxito y los microRNA lograron evitar el 96% de la producción de esta proteína.
El siguiente paso era probar el método directamente en ganado bovino. Para ello, el equipo diseñó mediante transferencia nuclear un animal transgénico capaz de expresar las cadenas de micro RNA identificadas previamente. Después estimularon hormonalmente al animal transgénico y de nuevo obtuvieron lo que esperaban. La leche producida por la vaca transgénica no contenía beta-lactoglobulina, pero aumentaba en gran medida la caseína.
Carmen García Ara, alergóloga del Hospital Infantil La Paz de Madrid, considera que suprimir de la leche la beta-lactoglobulina dejando las otras proteínas, como las caseínas, que son los alérgenos de peor pronóstico, no sería adecuado para los pacientes alérgicos a la leche de vaca. Respecto al posible uso de alimentos transgénicos, insiste en que «se necesitan estudios que nos confirmen su seguridad, ya que pueden contener otros componentes alergénicos desconocidos y que pueden tener efectos adversos».
Sin embargo, para llegar a ese punto aún queda un largo camino. En la Unión Europea (UE) sólo está permitido comercializar alimentos transgénicos vegetales y deben estar etiquetados como tales. Además, polémicas como la generada recientemente por un estudio que ponía en duda la seguridad de un maíz que aumentaba la tasa de tumores en ratas dificultan la penetración de los alimentos transgénicos. «Es un tema sobre el que hay debate y la UE no hace avances, en mi opinión, por el impacto que tiene sobre la opinión pública», dice José María Ferrer, jefe del departamento de Legislación de Ainia, un centro tecnológico dedicado a la agroalimentación.
La alergia a las proteínas de vaca afecta sobre todo a los niños en el primer semestre de vida, cuando se abandona la lactancia materna y comienza el uso de leches artificiales. Para los expertos, el único tratamiento eficaz consiste en evitar su consumo. En otros casos se puede sustituir la leche de vaca por otras de arroz, soja o almendras.
«Este es un descubrimiento que no está aislado, hay muchos grupos trabajando en este campo que abre un gran abanico de posibilidades», afirma Fernando Asensio, de la Unidad de Medicina y Cirugía Experimental del Hospital Gregorio Marañón. «Pero no es fácil que un producto así se apruebe en Europa, será más fácil que se permita primero en EEUU», explica Asensio.
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