martes, 1 de enero de 2013

Hillary Clinton ingresada



El abismo fiscal no era anoche la única preocupación de los líderes demócratas, cuya atención estaba puesta también en la convalecencia de Hillary Clinton, que hasta ahora se perfilaba como la gran aspirante a la Casa Blanca en las presidenciales de 2016. Clinton ingresó anteayer en un hospital neoyorquino al detectarle sus médicos un coágulo cuyo origen podría ser una conmoción cerebral que sufrió a mediados de mes. 
Sus médicos desvelaron anoche que el coágulo se encuentra junto a su oreja derecha entre el cráneo y el cerebro. Aseguran que no ha sufrido un infarto cerebral y que su vida no corre peligro. La secretaria de Estado está recibiendo tratamiento con anticoagulantes y estará al menos 48 horas en observación. 
El hallazgo fue el fruto de una revisión a la que la secretaria de Estado se sometió en el New York Presbyterian: el centro médico del norte de Manhattan donde su esposo se sometió a una operación coronaria en septiembre de 2004. 

Hillary Clinton no se deja ver en público desde la primera semana de diciembre. Entonces su entorno dijo que había contraído un virus estomacal durante un viaje que la llevó por Bruselas, Dublín e Irlanda del Norte. Unos días después, el Departamento de Estado informó que había sufrido una conmoción cerebral en su domicilio de Washington que su entorno atribuía a la deshidratación. 
La convalecencia obligó a la política demócrata a suspender un viaje a Marruecos y le evitó el trago de comparecer en el Capitolio para explicar su visión del ataque que acabó con la vida de cuatro estadounidenses en Bengasi, incluido el embajador en Libia, Christopher Stevens. Varios líderes republicanos sembraron dudas entonces sobre la enfermedad de Clinton y amenazaron con demorar la aprobación del nombramiento de John Kerry como secretario de Estado si su predecesora no comparecía antes de su dimisión. 

«No soy un médico pero parece como si la secretaria de Estado hubiera vuelto con un caso de gripe de Bengasi», afirmó el derrotado congresista republicano Allen West. El columnista conservador Charles Krauthammer proclamó que la «alergia a Bengasi» la había dejado «aturdida» y el ex embajador en la ONU John Bolton afirmó que se trataba de la clásica «enfermedad diplomática» que uno se inventa «cuando no quiere asistir a un evento». 

Clinton abandonará en los próximos días el Departamento de Estado. Acaba de cumplir 65 años y dice que por ahora quiere descansar. Pero aquí todos perciben su movimiento como una retirada estratégica y su nombre empieza a sonar para las presidenciales de 2016. Su entorno no descarta que vaya a presentarse y los demás aspirantes demócratas aguardan en vilo, temerosos de competir con la mujer que hoy por hoy lidera todas las encuestas. 

La salud será un factor importante a la hora de tomar esa decisión. Clinton tendrá 69 años en noviembre de 2016. Los mismos que tenía Ronald Reagan cuando tomó posesión en enero de 1981 y cuatro menos que Bob Dole cuando perdió su carrera presidencial en 1996. Pero antes de presentar su candidatura debe despejar la duda sobre sus problemas coronarios en un país donde la salud de los políticos se entiende como patrimonio de los ciudadanos. 

No es la primera vez que se le detecta un coágulo a Hillary Clinton. En 1998 fue ingresada de urgencia en el hospital naval de Bethesda después de que sus médicos le detectarán uno detrás de la rodilla izquierda. 
Es pronto para evaluar el impacto que podría tener la convalecencia de Clinton en sus aspiraciones presidenciales. Pero hoy por hoy los demócratas no tienen un aspirante de semejante talla política. 
El único demócrata que ha expresado a las claras su deseo de competir en 2016 es el vicepresidente Joe Biden, cuyo perfil ha crecido en los últimos días a rebufo de asuntos como el control de armas o la crisis del abismo fiscal. Pero para entonces el dirigente demócrata estará a punto de cumplir 74 años. Dos años más de los que tenía el republicano John McCain cuando emprendió su segunda carrera presidencial. 
Hay otros demócratas que suenan: el gobernador afroamericano Deval Patrick, el senador Mark Warner y los alcaldes Cory Booker, Antonio Villaraigosa y Rahm Emanuel. Pero ninguno goza de la popularidad de la secretaria de Estado, que lidera por goleada todos los sondeos que se han publicado desde la jornada electoral. 

A principios de diciembre, el diario Washington Post publicó una encuesta que atribuía a Hillary Clinton un respaldo del 57%. Una cifra formidable en un país donde los comicios se deciden por un margen muy menor. Los expertos advierten de que la popularidad de Clinton responde a su papel diplomático y mermaría en cuanto los simpatizantes republicanos la percibieran como la líder del partido rival. Pero aun así sus cifras son sorprendentes: dos tercios de las mujeres votarían por ella y la mitad de los varones lo harían también.

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